En nuestra sociedad, una persona asesina pasa desapercibida porque no presenta características físicas esenciales. Al parecer, lo que los distingue son sus historias de vida.
Feggy Ostrosky, directora del Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiológica de la Facultad de Psicología y autora del libro Mentes Asesinas, explica que cada asesino mata algo de sí mismo en cada crimen que comete; esto corresponde a un perfil de psicopatía, es decir, sufre de un trastorno de personalidad. Además, suelen escoger a un tipo de víctima, por ejemplo: Raúl Osiel Marroquín Reyes, el “Mata Gays”, decidió asesinar a homosexuales.
Juana Barraza Samperio, conocida como la “Mata Vejitas”, atacaba al sector de la tercera edad porque en su infancia sufrió violencia por parte de su madre. Fue acusada de privar de la vida al menos a 18 mujeres ancianas y de intento de homicidios a otras dos.
Un ejemplo más es el “Caníbal de la Guerrero”, quien fue acusado de exterminar a por lo menos tres mujeres, todas con el mismo perfil, solteras de pelo negro, peinadas de raya en medio y físico parecido.
Pero el asesino también lleva una doble vida. En el caso de la “Mata Viejitas” por un lado llevaba mariachis a una vecina de la tercera edad a quien llamaba mamita y por el otro era una asesina.
Otro ejemplo es Luis Alfredo Garavito, el asesino de más de 300 niños, quien en una entrevista mencionó que le gustaría haber creado una casa hogar.
Ostrosky investigó a más de 30 internos de alta peligrosidad, con los resultados obtenidos llegó a la conclusión de que la mente de un asesino se organiza de una forma distinta, y por este motivo los homicidas nacen y se hacen.
Mencionó que desde el aspecto genético no existen genes del bien o del mal, los genes regulan la producción de enzimas y éstas a su vez, la cantidad de neurotransmisores.
Al cambiar las enzimas que controlan neurotransmisores como la dopamina (relacionada con la expresión de las emociones), serotonina (regula principalmente el estado de ánimo), noradrenalina (aumenta o disminuye la presión arterial y el ritmo cardiaco), se puede modificar y alterar la forma cómo se responde al medio ambiente, es decir, aunque la agresión es una actitud que forma parte de nuestra biología, la violencia se aprende.
Agregó que si se crece en un ambiente donde no se enseña a regular los estados emocionales, y se fomenta el odio, maltrato y ser hostiles, en un momento dado, todos esos comportamientos se pueden llevar a un nivel más alto, generando individuos muy violentos capaces de llegar a asesinar.
Por su parte, Jim Fallon, un profesor de psiquiatría de la Universidad de California; después de descubrir que dentro de su árbol genealógico hubo varios asesinos, realizó un estudio genético de sí mismo para descubrir si era vulnerable a volverse uno de ellos por herencia. En su indagación encontró que, tenía un gran número de genes que han sido vinculados al comportamiento psicopático violento.
Fallón comentó que hay personas con una genética mucho menos peligrosa que la de él y se convirtieron en homicidas o psicópatas, es decir, se crearon.
Su explicación fue que no es un asesino porque estuvo protegido de una herencia violenta en potencia gracias a que tuvo una infancia feliz. “Si tienes la versión de alto riesgo del gen y te han maltratado en la infancia, las posibilidades de una vida criminal son mucho más altas”, detalló.
Por lo tanto, Fallon comenta que una genética violenta y factores que ayuden a desarrollarla como el maltrato son una combinación asesina. Eso quiere decir que los homicidas nacen y se hacen.
Sin embargo, no significa que todo aquel que tenga genes relacionados con la violencia se convierta en un asesino o aquel que no los tiene no se pueda convertir en uno.