Estados Unidos ha aprendido una gran lección del sistema educativo de Finlandia y es que para que los niños aprendan, en lugar de realizar pruebas estandarizadas que provoquen estrés, deberían centrarse en el bienestar y la alegría.
Hace cinco años dos profesores cambiaron de país
Pasi Sahlberg llegó a los Estados Unidos como profesor visitante a la Universidad de Harvard mientras que William Doyle se mudó a Finlandia para estudiar un sistema escolar como académico de Fulbright. Ambos profesores viajaron con sus respectivas familias.
Pasi, en Cambridge, Massachusetts, llevó a su pequeño hijo a un preescolar donde, probablemente podría inscribirse. Para ello le solicitaron una evaluación detallada del vocabulario y las habilidades de cálculo del niño.
“¿Para qué se necesita saber eso?”, comentó Pasí, debido a que su hijo apenas tenía tres años y su entrenamiento de ir al baño aún era reciente.
Ante esto, el director del preescolar comentó que era necesario para saber si el menor estaba listo para formar parte de su programa educativo.
Pasi, quedó desconcertado por el extraño concepto de preparación que le estaban explicado. Para agravar el choque, quedó sorprendido por el precio de 25 mil dólares que debía pagar al año para que su hijo tuviera acceso a preescolar, ya que a comparación de los programas casi gratuitos y financiados por el gobierno a los que su hijo tenía acceso en Finlandia, esto era algo insólito.
Entonces Pasi comenzó a darse cuenta que había ingresado a una cultura escolar estadounidense que está cada vez más arraigada al estrés infantil y la eliminación de las artes, la actividad física y el juego; todo para darle lugar a una educación hecha a base de exámenes y pruebas estandarizadas.
Se supone que, con este método de enseñanza estadounidense, se lograría mejorar el aprendizaje a fin de que el país formara parte de los primeros lugares en los rankings internacionales de la educación. Sin embargo, casi dos décadas y miles de millones de pesos después no está funcionando, y, lo único que está resultando es que aumenten los trastornos de salud mental en la infancia, como la ansiedad y depresión.
Finlandia, para el aprendizaje se centra en la equidad, la felicidad y la alegría. William Doyle ingresó al sistema escolar clasificado como número uno en el mundo en educación infantil por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el Foro Económico Mundial y la Unicef, un sistema construido en gran parte por la investigación pionera. En lugar de buscar datos de pruebas estandarizadas como la educación de los Estados Unidos; Finlandia utiliza como fundamentos para el aprendizaje la felicidad, el bienestar y la alegría de sus alumnos.
Tanto padres como maestros finlandeses coinciden en que los estadounidenses rara vez dicen en las escuelas: “dejen que los niños sean niños” y el “trabajo de un niño es jugar”. Una madre finlandesa le dijo a William: “Aquí no eres considerado buen si no le concedes la oportunidad a tu hijo de realizar muchos juegos al aire libre”.
Los niños finlandeses aprenden a asumir la responsabilidad y gestionar los riegos desde edades muy tempranas, dentro y fuera de la escuela. Un día, William se encontró con un padre finlandés que, encantado le aplaudía a su hija de 6 años el estar trepando un árbol tan alto que a cualquier otro padre le hubiese infartado, sin embargo, él comentó: “si se cae y se rompe el brazo, será por buena causa. Ella habrá aprendido algo”.
En Finlandia, William experimentó una cultura educativa que protege y valora la infancia en que los estudiantes están involucrados en una educación rica en juegos que va desde los primeros años hasta la escuela secundaria. En la escuela de su hijo, William vio a los niños correr en la cafetería en calcetines, riéndose, abrazándose y hasta practicando pasos de baile. Pase lo que pase, los alumnos tienen cada hora un recreo de 15 minutos al aire libre.
De acuerdo con el director de la escuela finlandesa Heikki Happonen, hay muchas razones por la que los niños deben jugar en el colegio. Cuando ellos se mueven, sus cerebros funcionan mejor, se concentran más en clase y mejora su forma de relacionarse.
Finlandia tiene una visión crucial para enseñar a los Estados Unidos y al resto del mundo, cómo se pueden mejorar las calificaciones, el aprendizaje, así como ayudar a el crecimiento social, el desarrollo emocional, salud, bienestar y felicidad. Se puede resumir en una sola frase: “dejar que los niños jueguen”.
“El éxito de toda la vida de los niños se basa en su capacidad de ser creativos y de aplicar las lecciones aprendidas al jugar”, expresó la Academia Estadounidense de Pediatría.
En los distritos escolares de Texas, Oklahoma, Carolina del Sur y Nueva York, se están realizando estudios dejando que los miles de niños reciban hasta 60 minutos de recreo diario al aire libre. Estas investigaciones basadas en el sistema educativo finlandés, está reportando en que hay mejoras importantes en el rendimiento académico, la concentración y comportamiento de los estudiantes.
William comentó que el juego es un componente educativo en peligro o inexistente en muchas de las escuelas tanto estadounidenses como distintas partes del mundo. por ello, se debería tomar la lección de Finlandia y construir las escuela, hogares y comunidades sobre el lenguaje de aprendizaje de los niños, que es jugar.