Al último emperador mexica, Cuauhtémoc, se le recuerda como un héroe nacional por defender a la ciudad de México-Tenochtitlán hasta sus últimas instancias durante la conquista española en 1521.
El episodio en donde Cortés lo capturó y lo torturó quemándole los pies para revelar la ubicación del casi mitológico tesoro azteca suele tomarse como los últimos momentos de su vida.
Pero lo cierto es que Cuauhtémoc no murió durante el interrogatorio, sino que vivió por algunos años más como esclavo de Cortés e interfirió de cierta manera para que los españoles pudieran evangelizar a su pueblo.
Aunque esto último no lo hizo con gusto. Historiadores y antropólogos que han estudiado el proceso de conquista señalan que Cuauhtémoc pudo ayudar a los misioneros católicos con el objetivo de evitar más masacres de su gente.
Según las Cartas de Relación de Cortés y la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, del cronista Bernal Díaz del Castillo y otros documentos de la época señalan de que el tlatoani fue “adoptado” en la familia de Cortés.
Los textos indican que fue bautizado como católico meses después de la caída de Tenochtitlán. También que nombre Hernando de Alvarado Cuauhtemotzin, aunque existen otros registros donde se le llama Fernando Cortés Cuauhtémoc Huitzilihuitl.
El emperador sometido conservó su linaje y estatus dentro del dominio español. Pero tanto él como los indígenas no dejaban de ser un pueblo a merced de sus conquistadores.
Cortés lo mantenía cautivo para utilizarlo en sus exploraciones en el territorio mexicano como intermediario de los españoles ante los demás pueblos.
Así vivió por cuatro años bajo la sombra de Cortés y los textos señalan que era visto entre los indígenas como un traidor, porque no comprenden el sufrimiento que le causaba seguir las órdenes de los europeos para evitar más violencia.
Pero Cortés en señal de buena relación con él, envió a la familia del emperador a Europa y ahí ellos siguieron su linaje, que por cierto perdura hasta la actualidad.
En cuanto al tlatoani, en 1825 fue ejecutado. Se cuenta que Cuauhtémoc planeaba un levantamiento en contra de los conquistadores y alentaba en secreto a los indígenas a rebelarse en armas.
Cuando fue descubierto, Hernán Cortés no dudó y ordenó que el emperador Cuauhtémoc y el señor de Tacuba, Tetlepanquetzal, que también era esclavo, fueran ahorcados. La sentencia se llevó a cabo en Izancanac, un pequeño poblado en el estado de Tabasco.
Así murió el último gobernante y defensor de Tenochtitlan.