A simple vista Aideé era una estudiante como cualquier otra del CCH Oriente. Tenía el cabello negro, muy largo, y su piel era morena. Sus compañeros la describen como alguien tranquila, amable y risueña.
Apenas el pasado lunes 28 de abril estaba tomando la clase de matemáticas sin mayor novedad cuando una bala le quitó la vida dentro de su salón de clases. Tenía 18 años cuando murió. Aunque vivía en Iztapalapa no era de la Ciudad de México; ella y su familia provenían de la pequeña comunidad indígena de Tempexquixtla, en el municipio de Huatlatlauca, en Puebla.
En el pueblo viven aproximadamente 300 habitantes, de los cuales la mayoría solo únicamente ha concluido la primaria.
Aideé no regresó a su tierra como la universitaria exitosa que anhelaba ser, sino dentro de un ataúd blanco para ser enterrada en el panteón de su localidad. Únicamente familiares y algunos amigos acudieron a la ceremonia el primero de mayo pasado. Según narra El Sol de Puebla, el viaje de sus compañeros de escuela hasta la zona del entierro implicó un viaje de más de 5 horas de camino en terracería.
Testimonios recuperados en diversos medios, señalan que ella era una buena alumna. Incluso decían que no le conocían alguna relación extraña o que tuviera problemas con alguien. Aidee era la segunda de cuatro hermanos. Además de la escuela, pasaba el tiempo en un grupo de niños exploradores y pertenecía a una iglesia mormona.
Aún no decidía cuál carrera elegir, aunque estaba considerando estudiar veterinaria, pero tenía un objetivo claro: quería estudiar en Ciudad Universitaria “el campus de la mejor universidad de América Latina”, como lo consideraba.
Meritxell Medina, recuerda que la última vez que estuvo con Aideé fue el miércoles de la semana pasada. “Fue una tarde divertida, estuvimos hablando de nuestros pasatiempos, de lo que nos gusta hacer y de lo cerca que está nuestra salida del CCH.”
Meritxell se enteró de la muerte de lo ocurrido por el comunicado que emitió el plantel. “Al llegar a mi casa vi muchos mensajes de que algo había pasado en el CCH aunque solo había rumores. Minutos después supe que a la persona que habían asesinado era Aideé”.
En entrevista, se le pregunta si aún se siente segura en las instalaciones del CCH Oriente. Su testimonio coincide con el de varios alumnos: “Hace unos años podría haber contestado a esta pregunta con un sí, pero actualmente no lo creo, porque me da miedo sufrir de violencia y que las autoridades no hagan nada. Este año en específico he visto mucha impunidad, se ha dialogado con directivos para que hagan algo para que las instalaciones sea seguras, pero ellos han mostrado lo poco que les importa su comunidad estudiantil”, asegura la alumna.