STANFORD – Existe una gran desconexión entre la manera en que el presidente norteamericano, Joe Biden, y muchos economistas describen el estado de la economía estadounidense, y el modo en que la experimentan los ciudadanos comunes. De hecho, en el equipo de Biden se sienten frustrados de no recibir reconocimiento por la que consideran una economía fuerte (que atribuyen a las políticas de la administración).
Sin embargo, los votantes asocian “Bidenomía” con inflación. Por un margen de tres a uno, les dicen a los encuestadores que la economía y sus finanzas personales son “malas” o apenas “regulares”; más norteamericanos siguen creyendo que estaban mejor en el gobierno del antecesor de Biden, Donald Trump, y que las políticas de Biden han sido perjudiciales, no beneficiosas.
Como Biden está muy rezagado respecto de Trump en las encuestas sobre las principales preocupaciones de los votantes -a saber, la economía, la inflación y la inmigración ilegal-, se centra en cuestiones en las que cuenta con una ventaja (aborto) y se dedica a remarcar el comportamiento de Trump. Sin embargo, existen muchas chances de que las opiniones de los votantes sobre la economía decidan lo que se está perfilando como una contienda ajustada por la presidencia y el control de la Cámara Baja, el Senado y algunos estados. Y como las percepciones muchas veces corren detrás de la realidad, Biden debe esperar que la economía no se deteriore, que la inflación caiga un poco más y que los recuerdos de la alta inflación se hayan disipado cuando llegue noviembre.
Hay muchas razones relacionadas para la desconexión entre la Casa Blanca y el electorado. Por ejemplo: los datos de los que hace alarde Biden quizás ofrezcan un panorama incompleto de la economía; los diferentes subgrupos se han visto afectados de distinta manera por las tendencias de la inflación y el empleo; y los temores económicos o relacionados de más largo plazo tal vez estén agriando el estado de ánimo de la población.
Si bien el crecimiento del PIB fue sólido el año pasado, la estimación inicial de una tasa de crecimiento del 1,6% en el primer trimestre de este año representa una marcada desaceleración (aunque esto también se basa en datos incompletos, especialmente en exportaciones netas e inventarios). No solo el crecimiento se está desacelerando, sino que los votantes no se han olvidado que la inflación se disparó a un pico de 40 años a comienzos de la presidencia de Biden debido, principalmente, a su gigantesco gasto deficitario en un contexto de prácticamente pleno empleo.
Si bien la Casa Blanca (y la Reserva Federal) insistieron en que esta inflación era transitoria, la realidad es que los precios han aumentado el 20% durante la presidencia de Biden. Por otra parte, las últimas cifras de la inflación núcleo (que excluye los alimentos y la energía) aumentaron a poco menos del 4%, mientras que la medida alternativa preferida de la Fed todavía muestra una inflación de casi el 3%.
Es cierto que el crecimiento salarial recientemente alcanzó una tasa apenas por encima de la inflación. Pero a muchas familias de menores ingresos les está costando llegar a fin de mes, en tanto las moras en el pago de las tarjetas de crédito y los préstamos para autos se disparan.
Afortunadamente, la Fed al fin logró que su tasa de interés objetivo -hoy 5,25-5,5%- supere la tasa de inflación. El presidente de la Fed, Jerome Powell, y sus colegas merecen un reconocimiento considerable por resistir la presión política para recortar las tasas sin una base más firme para concluir que la inflación pronto alcanzará la meta del 2% del banco central; por su parte, hay quienes están pidiendo, de manera imprudente, una nueva meta de inflacióndel 4%.
El crecimiento del empleo parece extraordinario, con una lectura inicial para marzo que revela que se agregaron 303.000 puestos de trabajo. Pero, en una economía con un desempleo del 3,8%(apenas por encima de la tasa pre-pandémica), cabe preguntarse cuántos de estos empleos son a tiempo parcial o segundos empleos que se ven forzados a tomar los hogares con presupuestos ajustados al límite debido a la alta inflación.
Después de todo, el crecimiento general del empleo se calcula a partir de una encuesta de establecimientos comerciales e incluye datos sobre las horas laborales y los salarios. Se la considera más confiable para los niveles de empleo que la encuesta de (60.000) hogares, a la que se considera más confiable para estimar las tasas de desempleo y de participación en la fuerza laboral.
Cada una de ellas tiene puntos fuertes y débiles, y difieren en su cobertura. La encuesta de establecimientos comerciales utiliza un “modelo de nacimiento y muerte” (para las empresas nuevas y que cierran) que es especialmente problemático en torno a los momentos cruciales en el ciclo comercial. Al comparar solamente los últimos 12 meses disponibles hasta marzo de 2024, pinta un panorama esperanzador en el que se agregaron 2,9 millones de empleos, mientras que la encuesta de los hogares sugiere que el crecimiento del empleo fue apenas una cuarta parte de esa cifra.
Los detalles contenidos en la encuesta de hogares pueden brindar una idea de por qué a Biden no le está yendo bien en los sondeos, especialmente entre grupos que votaron por él en 2020. En términos generales, la cantidad de hombres adultos empleados cayó ligeramente, y se perdió casi un cuarto de millón de empleos en el caso de los hombres negros. Por su parte, la cantidad de trabajadores a tiempo parcial ha aumentado 1,7 millones, lo que sugiere que los empleos de tiempo completo han caído considerablemente.
Por otra parte, hay un millón menos de trabajadores nativos de los que había un año antes, y alrededor de 850.000 más trabajadores extranjeros (la mayoría de ellos ciudadanos o, de todas maneras, legales). Los motivos para estas tendencias podrían incluir a los trabajadores nativos de más edad que se jubilan, a los inmigrantes indocumentados que recibieron permisos de trabajo, entre otros.
Si bien Estados Unidos efectivamente necesita trabajadores, se ha vuelto un imán para la inmigración ilegal. A falta de un sistema inmigratorio más robusto que favorezca las capacidades que se necesitan e incluya una verificación cuidadosa, millones de inmigrantes ilegales atraviesan la frontera sur, porque la administración Biden se niega a hacer lo necesario para patrullarla. Esta afluencia se ha vuelto una cuestión política de ribetes considerables que desgarra al país y sobrecarga los servicios públicos, no solo en los estados fronterizos sino también en ciudades del norte.
Para tener una perspectiva, consideremos que el nivel actual (per cápita) de inmigración ilegal en Estados Unidos, según algunas estimaciones, es cinco veces mayor que el incremento de refugiados y migrantes que la canciller Angela Merkel recibió en Alemania y, por lo tanto, Europa en 2015-16 -una decisión fatídica que condujo a la reacción populista que todavía padece gran parte de Europa.
Finalmente, los norteamericanos son pesimistas respecto del futuro a largo plazo y su capacidad para controlar sus propias vidas. Entre las guerras calientes en Ucrania y Gaza, las crecientes tensiones con China, las incertidumbres tecnológicas y del mercado laboral, las mayores tasas de criminalidad, la crisis inmigratoria y las demandas agobiantes de concienciación social en todas las esferas de la sociedad, hay muchísimas razones para que los votantes se sientan inquietos.
Esos sentimientos, junto con los achaques físicos y mentales evidentes de Biden con sus 81 años (Trump tiene 77 años, pero es mucho más vigoroso), se han combinado para darle al presidente la tasa de aprobación más baja de cualquier candidato en ejercicio desde la Segunda Guerra Mundial. Es por eso que Trump -a pesar de sus problemas legales y de su personalidad polarizadora- sigue llevando una ligera ventaja en los siete estados pendulares que decidirán la elección.
Michael J. Boskin es Catedrático de Economía de la Universidad de Stanford y Senior Fellow de la Hoover Institution. Fue Presidente del Consejo de Asesores Económicos de George H. W. Bush de 1989 a 1993, y dirigió la llamada Comisión Boskin, un órgano consultivo del Congreso que puso de relieve los errores en las estimaciones oficiales de inflación de Estados Unidos.
Sin embargo, los votantes asocian “Bidenomía” con inflación. Por un margen de tres a uno, les dicen a los encuestadores que la economía y sus finanzas personales son “malas” o apenas “regulares”; más norteamericanos siguen creyendo que estaban mejor en el gobierno del antecesor de Biden, Donald Trump, y que las políticas de Biden han sido perjudiciales, no beneficiosas.
Como Biden está muy rezagado respecto de Trump en las encuestas sobre las principales preocupaciones de los votantes -a saber, la economía, la inflación y la inmigración ilegal-, se centra en cuestiones en las que cuenta con una ventaja (aborto) y se dedica a remarcar el comportamiento de Trump. Sin embargo, existen muchas chances de que las opiniones de los votantes sobre la economía decidan lo que se está perfilando como una contienda ajustada por la presidencia y el control de la Cámara Baja, el Senado y algunos estados. Y como las percepciones muchas veces corren detrás de la realidad, Biden debe esperar que la economía no se deteriore, que la inflación caiga un poco más y que los recuerdos de la alta inflación se hayan disipado cuando llegue noviembre.
Hay muchas razones relacionadas para la desconexión entre la Casa Blanca y el electorado. Por ejemplo: los datos de los que hace alarde Biden quizás ofrezcan un panorama incompleto de la economía; los diferentes subgrupos se han visto afectados de distinta manera por las tendencias de la inflación y el empleo; y los temores económicos o relacionados de más largo plazo tal vez estén agriando el estado de ánimo de la población.
Si bien el crecimiento del PIB fue sólido el año pasado, la estimación inicial de una tasa de crecimiento del 1,6% en el primer trimestre de este año representa una marcada desaceleración (aunque esto también se basa en datos incompletos, especialmente en exportaciones netas e inventarios). No solo el crecimiento se está desacelerando, sino que los votantes no se han olvidado que la inflación se disparó a un pico de 40 años a comienzos de la presidencia de Biden debido, principalmente, a su gigantesco gasto deficitario en un contexto de prácticamente pleno empleo.
Si bien la Casa Blanca (y la Reserva Federal) insistieron en que esta inflación era transitoria, la realidad es que los precios han aumentado el 20% durante la presidencia de Biden. Por otra parte, las últimas cifras de la inflación núcleo (que excluye los alimentos y la energía) aumentaron a poco menos del 4%, mientras que la medida alternativa preferida de la Fed todavía muestra una inflación de casi el 3%.
Es cierto que el crecimiento salarial recientemente alcanzó una tasa apenas por encima de la inflación. Pero a muchas familias de menores ingresos les está costando llegar a fin de mes, en tanto las moras en el pago de las tarjetas de crédito y los préstamos para autos se disparan.
Afortunadamente, la Fed al fin logró que su tasa de interés objetivo -hoy 5,25-5,5%- supere la tasa de inflación. El presidente de la Fed, Jerome Powell, y sus colegas merecen un reconocimiento considerable por resistir la presión política para recortar las tasas sin una base más firme para concluir que la inflación pronto alcanzará la meta del 2% del banco central; por su parte, hay quienes están pidiendo, de manera imprudente, una nueva meta de inflacióndel 4%.
El crecimiento del empleo parece extraordinario, con una lectura inicial para marzo que revela que se agregaron 303.000 puestos de trabajo. Pero, en una economía con un desempleo del 3,8%(apenas por encima de la tasa pre-pandémica), cabe preguntarse cuántos de estos empleos son a tiempo parcial o segundos empleos que se ven forzados a tomar los hogares con presupuestos ajustados al límite debido a la alta inflación.
Después de todo, el crecimiento general del empleo se calcula a partir de una encuesta de establecimientos comerciales e incluye datos sobre las horas laborales y los salarios. Se la considera más confiable para los niveles de empleo que la encuesta de (60.000) hogares, a la que se considera más confiable para estimar las tasas de desempleo y de participación en la fuerza laboral.
Cada una de ellas tiene puntos fuertes y débiles, y difieren en su cobertura. La encuesta de establecimientos comerciales utiliza un “modelo de nacimiento y muerte” (para las empresas nuevas y que cierran) que es especialmente problemático en torno a los momentos cruciales en el ciclo comercial. Al comparar solamente los últimos 12 meses disponibles hasta marzo de 2024, pinta un panorama esperanzador en el que se agregaron 2,9 millones de empleos, mientras que la encuesta de los hogares sugiere que el crecimiento del empleo fue apenas una cuarta parte de esa cifra.
Los detalles contenidos en la encuesta de hogares pueden brindar una idea de por qué a Biden no le está yendo bien en los sondeos, especialmente entre grupos que votaron por él en 2020. En términos generales, la cantidad de hombres adultos empleados cayó ligeramente, y se perdió casi un cuarto de millón de empleos en el caso de los hombres negros. Por su parte, la cantidad de trabajadores a tiempo parcial ha aumentado 1,7 millones, lo que sugiere que los empleos de tiempo completo han caído considerablemente.
Por otra parte, hay un millón menos de trabajadores nativos de los que había un año antes, y alrededor de 850.000 más trabajadores extranjeros (la mayoría de ellos ciudadanos o, de todas maneras, legales). Los motivos para estas tendencias podrían incluir a los trabajadores nativos de más edad que se jubilan, a los inmigrantes indocumentados que recibieron permisos de trabajo, entre otros.
Si bien Estados Unidos efectivamente necesita trabajadores, se ha vuelto un imán para la inmigración ilegal. A falta de un sistema inmigratorio más robusto que favorezca las capacidades que se necesitan e incluya una verificación cuidadosa, millones de inmigrantes ilegales atraviesan la frontera sur, porque la administración Biden se niega a hacer lo necesario para patrullarla. Esta afluencia se ha vuelto una cuestión política de ribetes considerables que desgarra al país y sobrecarga los servicios públicos, no solo en los estados fronterizos sino también en ciudades del norte.
Para tener una perspectiva, consideremos que el nivel actual (per cápita) de inmigración ilegal en Estados Unidos, según algunas estimaciones, es cinco veces mayor que el incremento de refugiados y migrantes que la canciller Angela Merkel recibió en Alemania y, por lo tanto, Europa en 2015-16 -una decisión fatídica que condujo a la reacción populista que todavía padece gran parte de Europa.
Finalmente, los norteamericanos son pesimistas respecto del futuro a largo plazo y su capacidad para controlar sus propias vidas. Entre las guerras calientes en Ucrania y Gaza, las crecientes tensiones con China, las incertidumbres tecnológicas y del mercado laboral, las mayores tasas de criminalidad, la crisis inmigratoria y las demandas agobiantes de concienciación social en todas las esferas de la sociedad, hay muchísimas razones para que los votantes se sientan inquietos.
Esos sentimientos, junto con los achaques físicos y mentales evidentes de Biden con sus 81 años (Trump tiene 77 años, pero es mucho más vigoroso), se han combinado para darle al presidente la tasa de aprobación más baja de cualquier candidato en ejercicio desde la Segunda Guerra Mundial. Es por eso que Trump -a pesar de sus problemas legales y de su personalidad polarizadora- sigue llevando una ligera ventaja en los siete estados pendulares que decidirán la elección.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/biden-economic-disconnect-by-michael-boskin-2024-05/spanish